El Laberinto parte 2

domingo, 30 de junio de 2013

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Continúa la leyenda y he aquí que, con el correr de los años, el Minotauro, dentro de su laberinto, se convierte en un verdadero elemento de terror. El rey de Creta, por cuestiones de guerra, cobra a los atenienses un espantoso tributo: cada nueve años tienen que enviar a siete jóvenes y siete doncellas vírgenes como sacrificio para el Minotauro.

En la tercera oportunidad, se levanta un héroe en Atenas, el ateniense por excelencia, Teseo. Teseo se propone a sí mismo no asumir el reino de su ciudad hasta tanto no la pueda liberar de semejante castigo, hasta tanto no pueda matar al Minotauro. El Laberinto Teseo se apunta él mismo para ir entre los jóvenes que van a ser sacrificados, llega a Creta, y con la clásica estratagema de enamorar a la hija de Minos, Ariadna, logra que esta le entregue un ovillo de hilo para penetrar en el laberinto y, tras matar al Minotauro, encontrar la salida. Efectivamente, el ovillo es fundamental. Entra y lo va desenrollando a medida que penetra por los intrincados pasillos.

Cuando llega al centro, con su fuerza descomunal y su voluntad, mata al Minotauro y logra salir. Si leemos historias simples y sencillas, Teseo mata al Minotauro con una espada, a veces con un puñal. Pero si nos vamos a los más viejos relatos y a las figuras que encontramos en antiguos vasos áticos, Teseo mata al Minotauro con un hacha de doble filo. Una vez más, el héroe, que se abrió camino dentro del laberinto, cuando llega al centro realiza el prodigio con un Labris, con un hacha doble. Hay un misterio más que dilucidar todavía: lo que Ariadna entrega a Teseo no es exactamente un ovillo, sino que es un huso alargado con hilo. Y este huso es el que Teseo irá desenvolviendo a medida que penetre en el interior del laberinto.

Pero cuando Teseo sale y comienza a recoger su hilo y enrollarlo nuevamente, lo va a sacar perfectamente circular. Ahora sí es una esfera, un ovillo. Este símbolo tampoco es nuevo. El huso alargado con que Teseo penetra es la imperfección de su propio ser interior, que necesita desenvolverse, pasar una serie de pruebas. La esfera que construye al recoger el hilo es la perfección lograda al haber dado muerte al Minotauro, tras haber pasado la prueba y salido nuevamente al exterior. Laberintos hubo muchos y Teseos también.

No faltan tampoco en España. En toda la zona del Camino de Santiago de Compostela y en toda Galicia, existen infinidad de grabados en piedras, antiquísimos, de laberintos dibujados, repetidos sistemáticamente como si fuesen una señal, una marca que atrae también al peregrino del Camino de Santiago y le induce a recorrer este sendero que, si bien a nosotros se nos presenta como recto, en cuanto al sentido simbólico y de realización espiritual es también un laberinto. Laberintos encontramos en Inglaterra, en el famoso castillo de Tintagel, donde se dice que nació el rey Arturo. También los encontramos en la India, donde fueron tomados como símbolo de meditación, de reconcentración, de retorno sobre el propio eje.

Y en el Antiguo Egipto, en la ciudad de Abydos, tan antigua que casi se entronca con la historia predinástica de Egipto, es donde existía un laberinto que se llamaba Caracol; era el Caracol de Abydos y, precisamente, un templo circular, en cuyos pasillos se celebraban ceremonias relativas al tiempo, a la evolución, a los muchos caminos que tenía que recorrer el hombre hasta encontrarse con el centro, que es en realidad el mismo hombre. Incluso, y refiriéndose a Egipto, este Caracol de Abydos parece haber sido nada más que la parte infinitesimal de otro enorme laberinto, al cual hace referencia Herodoto, diciendo que el laberinto egipcio era tan grande, tan tremendo, tan maravilloso y tan fantástico, que la Gran Pirámide quedaba oscurecida a su lado.

Hoy no lo encontramos y solo nos quedan los datos de Herodoto. Como de costumbre, los hombres, después de haber llamado a Herodoto durante muchos años “El padre de la Historia”, “Herodoto el Veraz” y otras cosas por el estilo, como no todo lo que menciona se encontró, afirmamos que no estaba muy seguro de lo que decía. La cuestión es que tantas cosas han aparecido que quizás valga la pena tener paciencia y ver si no aparece también aquel laberinto que mencionaba el historiador griego. En el Medioevo, en las catedrales góticas, tampoco faltaban laberintos. Uno de los más famosos, y que suele representarse en casi todas las ilustraciones, es el laberinto de Chartres, dibujado en las losas del pavimento de la gran catedral, laberinto que no es para perderse sino para recorrer, en una especie de camino iniciático, de camino de realización y de logros, que el candidato, el discípulo, aquel que pretende acceder a los Misterios, debe recorrer.

Es dificilísimo perderse en el laberinto de Chartres; los caminos están perfectamente señalados, las curvas y los trayectos están a la vista, pero lo importante es llegar al centro, a la piedra cuadrada donde los clavos marcan las distintas constelaciones y donde el hombre, de una manera alegórica, ha llegado al Cielo, se ha incrustado entre las deidades. Probablemente todos estos mitos de la Antigüedad, y aun los laberintos simbólicos que se trazaban en las catedrales, obedecían no tanto a una realidad histórica, sino tal vez a una realidad psicológica.

Y la realidad psicológica del laberinto está tan viva hoy como siempre. Si en la Antigüedad hablábamos de un laberinto de Iniciación, que es el camino para que el hombre pueda realizarse a medida que lo recorre, así también hoy debemos hablar de un laberinto que se traduce en forma material y en forma psicológica. En forma material no hay que buscar mucho: todo el mundo que nos rodea, todo aquello en lo que estamos inmersos, en donde vivimos y nos desenvolvemos, constituye un laberinto. Lo que pasa es que ni los que penetraban en los jardines de Creta se daban cuenta de que entraban en el laberinto ni nosotros, cuando estamos en nuestro mundo circundante, somos conscientes de estar en un laberinto.

Sin embargo, los jardines cretenses lo eran, como nuestro mundo circundante es un laberinto que suele atrapar. Psicológicamente, la angustia de un Teseo que buscaba al Minotauro para matarle es también la angustia del hombre que teme y que está desconcertado. Tenemos miedo porque no sabemos; miedo porque desconocemos cosas y en ese desconocimiento nos sentimos inseguros. Temor que se manifiesta muchas veces en no saber qué elegir, no saber qué hacer, hacia dónde dirigirse, y dejar correr los años de la vida en una medianía perpetua, agotadora y tristísima: todo a cambio de no tomar una decisión y no ser, ni una sola vez, firmes. Desconcierto es la otra enfermedad que nos aqueja psicológicamente en el laberinto actual. Desconcierto porque, obviamente, es muy difícil poder decir de nosotros mismos quiénes somos, de dónde venimos y adónde vamos.

Estas tres postulaciones tan simples, tan sencillas, que casi no parecen preguntas, sino cosa de niños, son las que crean, sin embargo, nuestro desconcierto fundamental. ¿Qué sentimos darle a nuestra vida sino un puro desconcierto? ¿Para qué trabajamos o para qué estudiamos? ¿Para qué vivimos y qué es la felicidad? ¿Qué perseguimos? ¿Qué es la tristeza y cómo la adivinamos? Psicológicamente, seguimos inmersos en un laberinto; psicológicamente, aunque no haya monstruos, aunque no haya pasadizos, estamos perpetuamente atrapados.

Claro está que el mito nos ofrece una solución. Teseo no entra con las manos vacías al laberinto; tampoco es lógico que nosotros resolvamos el problema de nuestro laberinto con las manos vacías. Teseo lleva dos cosas: un hacha (o una espada, como se quiera) para matar el monstruo, y un huso de hilo, su ovillo para encontrar el camino. Traduzcamos un poco esto a nuestro lenguaje. El hacha o la espada ha sido siempre un símbolo de voluntad. ¡Cuántas tradiciones medievales recogen todavía aquello de la espada clavada en la piedra que sólo el hombre de fuerte voluntad va a poder extraer! ¿Qué es eso de extraer la espada de la piedra? Es la voluntad que extrae lo vertical de la materia, que es horizontal; es decir, que una de las fundamentales armas que necesitamos para abrir los caminos en el laberinto es voluntad, fuerza de voluntad.

Otra arma importantísima es el hilo, la astucia del hilo que se va a desenvolver por los caminos para encontrar el regreso. Ese hilo es perseverancia y, diríamos más, es memoria. ¿Por qué se echa el hilo por los caminos del laberinto? Porque nosotros estamos imposibilitados para recordar por dónde caminamos, por dónde vamos, con qué escollos tropezamos y por dónde podemos salir.

No pudiendo recordarlo, utilizamos el sortilegio del hilo que volveremos a encontrar y nos va a indicar el camino del regreso. Es la posibilidad laberíntica de no repetir los mismos errores, de reconocer aquellos sitios que hemos ido hollando con nuestra propia evolución y de saber cuáles son los caminos que nos quedan por recorrer y cómo debemos hacerlo. Para los griegos Ariadna es el alma que, en el momento justo, cuando Teseo está más desesperado, le entrega una respuesta y una salida, una llave, una solución. Eso que vibra, eso que vive, eso que nos proporciona las soluciones en el momento justo, eso es Ariadna, el alma, la salvadora que aparece oportunamente y nos da la solución para resolver nuestro problema.

El Minotauro es exceso de materia, es la materia que crece, que atrapa y todo lo traga para sí. Es a ese exceso de materia al que hay que destruir, antes de que él destruya al Teseo que entra en el laberinto. Cuando se toma conciencia del laberinto, cuando se penetra en él, tanto hoy nosotros como Teseo en la mitología griega, hay que concienciar también la importancia de encontrar la salida. El que halla la salida, destruye el laberinto. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la salida del laberinto no está fuera; la salida del laberinto está exactamente en el centro, en el corazón del laberinto.

El que penetra en el laberinto y, advirtiendo sus recovecos y tortuosidades, siente miedo y huye, el que pretende escapar hacia los laterales o quedarse fuera, o tan solo husmear apenas la superficie, ese no resuelve el laberinto. Hay que hacer verdaderamente como Teseo: introducirse, caminar, llegar al centro mismo. En el centro está la salida, no hacia fuera. Hay que tener la valentía de un Teseo y enfrentar los monstruos. Ciertamente, es muy difícil que se nos aparezca a nosotros este elemento prehistórico mitad hombre, mitad toro. Pero nosotros tenemos monstruos diarios que se nos enfrentan y con los que debemos batallar, si es que nos atrevemos. Dudas, preocupaciones, rencores, temores, inseguridades que, aunque no tomen cuerpo físico, viven en nosotros y tienen tentáculos tan poderosos como el Minotauro de Creta.

A estos hay que saber enfrentarlos con las armas de la voluntad, de la inteligencia, de la memoria. Dicen los antiguos que el laberinto no se recorría de cualquier forma, que la manera ideal de recorrer el laberinto era danzando o realizando pasos de tal forma que todos estos pasos describiesen figuras; figuras en el suelo, figuras en el espacio, figuras rituales y mágicas. Nosotros, de alguna forma, deberíamos danzar a lo largo de la vida, llamando así al proceso de evolución.

Si logramos que cada uno de nuestros pasos no se resuelva tan solo en su laberinto horizontal, sino que, por el contrario, esté en un escalón superior, un punto más arriba, habremos realizado esa extraña y misteriosa danza que es la evolución y aprendido a dar esos pasos justos y medidos, esos que no se dan de cualquier manera y en cualquier sitio, sino que son “los pasos del camino”. En todos nosotros está también el trabajo de despertar a Teseo, darle vida, sacar ese héroe a la luz.

En todos nosotros existe un segundo nacimiento, que no es el de haber aparecido a la vida físicamente, sino ese otro en el cual nuestro héroe interior se manifiesta con sus mejores armas, con sus mejores galas, con sus mejores fuerzas y cualidades. Indudablemente, no somos todos iguales; no somos todos igualmente heroicos, ni a la hora de practicar la heroicidad nuestros actos coincidirían.

Hay quienes van a ser heroicos en un sentido y quienes lo van a ser en otro: unos se volcarán hacia el estudio, hacia las ciencias, hacia el arte, hacia la religión, hacia la política; otros se volcarán hacia la meditación interior; los hay que se volcarán hacia su familia, hacia sus seres queridos, hacia, simplemente, adornar la vida de los que tienen alrededor. Mas todo eso es un acto heroico si nace del verdadero ser interior.

Por eso hemos escogido el tema de un héroe griego que penetra en el laberinto, que mata a un monstruo y que se encuentra con su alma, que le ayuda para salir. Viejo tema que nos permite comprobar una vez más que los años han pasado y que las civilizaciones solo aparentemente han cambiado mucho.

El problema de recorrer el laberinto y salir de él sigue siendo nuestro. Las armas de Teseo pueden ser nuestras armas, y ese héroe que adorna las páginas legendarias, que nos maravilla con sus vestiduras, con sus cabellos de oro, ¡también está en nosotros!

El Laberinto parte 1

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Muchas veces se nos plantean las diferencias que existen entre lo que es mito y lo que es Historia. Y aceptamos rápidamente como Historia todos aquellos hechos que tienen una fecha, que han sucedido en algún lugar determinado de la Tierra y se pueden referir a personajes conocidos; en fin, hechos fehacientes que se pueden creer, por cuanto provienen de historiadores dignos de fe. En cambio, hablamos de mitos como de relatos mucho más fantásticos, imprecisos en el tiempo, difíciles de definir y atribuidos, ya no a personajes históricos y reales, sino a personajes fabulosos que, generalmente, no se sabe siquiera si han existido.

El Laberinto En el caso del laberinto nos encontramos, justamente, con un mito, con un relato de hechos y personajes, que son más que nada simbólicos o que, por lo menos, la Historia difícilmente acepta como reales, y sí, en cambio, en un sentido figurado. Pensamos que todo mito, todo hecho figurado, todo relato simbólico, en el fondo se apoya sobre alguna realidad, aunque a veces no podamos llamarla histórica.

El mito es verdadero como referencia a realidades psicológicas, a vivencias humanas, a procesos y formas que se reflejan cubiertos de símbolos y echan a rodar a través del tiempo, entre los hombres, llegando a nosotros, que tenemos que tomarnos el trabajo de develarlos, esto es, quitar sus velos y volver a encontrarnos con el sentido oculto, con el sentido profundo de las cosas.

El mito del laberinto es antiquísimo y, me atrevo a decir, es común a todas las antiguas civilizaciones en donde se explica que es un pasaje difícil de recorrer, confuso, que hace perderse al hombre por intrincados senderos. A veces, se mezcla el relato de algún hombre fantástico, de algún héroe o personaje mítico que deshace el laberinto y encuentra la clave que, finalmente, lleva a la solución de este enigma que se le plantea en forma de camino.

Cuando hablamos de laberintos, el más conocido, el que más nos ha llegado a través de la mitología griega, tan asequible, tan sencilla, en forma de relatos prácticamente infantiles, es el laberinto de Creta. No voy a referirme a este laberinto tal y como lo recoge la mitología más conocida, sino que nos remontaremos un poco más atrás en busca de aquellos elementos que pudieron encontrarse gracias a los últimos descubrimientos arqueológicos en Creta, para ver qué es aquello que los cretenses adoraban y en qué fundamentaron su laberinto. Veremos, entonces, que el relato ya no es tan aniñado y se torna cada vez más complejo y simbólico.

Para comenzar, un viejo símbolo cretense, referido a su máxima deidad, era el hacha de doble filo, que también se podía simbolizar con un doble par de cuernos, un par hacia arriba y un par hacia abajo que, unidos, conformaban, precisamente, un hacha de doble filo, viejo símbolo referido a una deidad con un culto muy fuerte en Creta: el toro sagrado. Esta hacha recibía el nombre de Labris, y, según una tradición muy antigua, fue el arma con que un dios, que los griegos iban a llamar Ares-Dionisos, abrió el primer laberinto.

He aquí el relato: se cuenta que este Ares-Dionisos, dios muy antiguo de los primeros tiempos, desciende a la tierra. No hay nada creado, no hay nada plasmado; hay tan solo oscuridad, tan solo tinieblas. Pero, desde las alturas, a este Ares-Dionisos se le otorga un arma, el Labris, y se le dice que con ella ha de forjar el mundo. Ares-Dionisos, en medio de estas tinieblas, comienza a marchar en forma circular.

Esto es muy curioso, por cuanto la ciencia actual ha descubierto que generalmente, cuando estamos a oscuras y no conocemos el recinto en el cual nos hallamos, o cuando queremos salir de un sitio grande sin luz, la primera tendencia que tenemos es a caminar en círculo; y cuando nos perdemos, la primera tendencia que tenemos es también a caminar en círculo. Hacemos estas asociaciones porque querríamos, desde un comienzo, relacionar el sentido del laberinto con ciertos atavismos que aún hoy guardamos como seres humanos.

He aquí que Ares-Dionisos comienza a caminar en círculos y, con su hacha, va tallando la oscuridad y abriendo un surco. A este camino que él abre y que se va iluminando paulatinamente, se le llama laberinto; es decir, el sendero tallado con el Labris.

Cuando Ares-Dionisos, luego de tallar y tallar, llega al centro mismo de su sendero, descubre que ya no tiene el hacha del comienzo. Ahora su hacha se ha tornado pura luz; lo que tiene en sus manos es una hoguera, una llama, una antorcha que ilumina perfectamente, porque él ha realizado un doble milagro: ha tallado la oscuridad hacia fuera con un filo del hacha y ha tallado su propia oscuridad interior con el otro filo del hacha. En la medida en que hizo luz afuera, hizo luz adentro; en la medida en que abrió paso por fuera, abrió paso por dentro. Así, cuando llega al centro del laberinto, encuentra el centro del camino: ha logrado luz y se ha logrado a sí mismo. Esta es la más vieja tradición que se puede recoger en Creta sobre el mito del laberinto. A partir de ahí, las demás son mucho más conocidas.

Muy conocida por todos nosotros es la del fantástico laberinto elaborado por Dédalo, arquitecto e inventor prodigioso de la antigua Creta, cuyo nombre se suele utilizar como sinónimo de laberinto, de pasaje confuso. Recordando el viejo idioma de los griegos, Dédalo o Dáctil, como se le llama en otras oportunidades, es el que hace, el que trabaja con los dedos, el que construye. Su símbolo es el del constructor, no ya de un conjunto de palacios y jardines, como era el laberinto del rey Minos, sino en un sentido aún más profundo y lejano, tal vez semejante a ese primer dios que construye en las tinieblas un laberinto de luz. Se dice que, en realidad, el laberinto de Dédalo no era una casa subterránea, ni oscura, ni tortuosa, sino un gran conjunto de casas, palacios y jardines trazados de tal forma que quien entraba en ellos no encontraba la salida.

El problema no era que fuese horroroso el laberinto, el problema era que no se podía salir de allí. Dédalo construyó este laberinto para el rey Minos de Creta, un personaje casi legendario cuyo nombre nos permite emparentarlo con muy antiguas tradiciones de todos los pueblos de estas épocas. Este Minos habita un fantástico palacio, y tiene una esposa, Pasifae, que va a ser la gestadora de todo el drama relativo al laberinto. Para llegar a rey, Minos contó con la ayuda de otro poderoso dios, el dios de los océanos y de las aguas, Poseidón. Para que Minos se sintiese seguro de su trono entre los hombres, Poseidón obra un prodigio: de entre las aguas y entre las espumas de las aguas, hace surgir fantásticamente un toro blanco, como un presente que otorga a este rey de las islas de Creta. Ello significa que Minos es, efectivamente, el rey.

Pero he aquí que, como la mitología griega nos suele relatar, la esposa de Minos se enamora perdidamente de este toro blanco, que es lo único que anhela y desea y, como no encuentra cómo acercarse a él, pide a Dédalo, el gran constructor, otro favor: que fabrique una enorme vaca de bronce lo suficientemente bella y atractiva como para que el toro se sintiese inclinado por la vaca y Pasifae quedase escondida en ésta. La tragedia es enorme: Dédalo construye la vaca, Pasifae se esconde, el toro se acerca a ella y de esta extrañísima unión entre una mujer y un toro blanco, va a surgir una bestia mitad hombre, mitad toro: el Minotauro. Este monstruo, este engendro, va a residir en el centro del laberinto, que, a partir de ahora, se va a transformar, y no será ya un conjunto de jardines y palacios, sino un lugar tétrico, aterrador y doloroso: el recuerdo perpetuo del drama del rey de Creta.

En otras antiguas tradiciones, además de la de Creta, encontramos una explicación un poco menos simplista para el drama de Pasifae y el toro blanco. Descubrimos, por ejemplo, en los relatos de la antigua América precolombina y en la India, alusiones a que en un determinado momento de la evolución humana, hace millones de años, según nos dicen, hubo un instante en que los hombres se confundieron y mezclaron con los animales y, de esa aberración y ruptura de las leyes de la Naturaleza, surgieron verdaderos monstruos, seres híbridos, extrañísimos de definir.

No era solamente que guardasen en sí la maldad, como en el caso del Minotauro, sino que guardaban la vergüenza del secreto que no debería revelarse jamás después de que pudo borrarse esta cuestión de la memoria de los hombres. Así, la relación de Pasifae y el toro y el nacimiento del Minotauro hace, en cierto modo, referencia a estas antiguas humanidades y a estos viejos procesos que se ocultaron del recuerdo en un determinado instante. Por otra parte, el monstruo, el Minotauro, representa la materia ciega e informe, sin inteligencia ni dirección, encerrada en el centro del laberinto esperando las víctimas propiciatorias.

Aquiles

viernes, 28 de junio de 2013

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Aquiles fue el más importante de los héroes griegos de la guerra de Troya: joven ardoroso fuerte, su carácter es esencialmente belicoso, frente a Ulises, que es su opuesto en carácter debido a que simboliza la astucia y la inteligencia pragmática, Aquiles personifica el ímpetu y la audacia espontánea; es hijo del rey Peleo y la diosa Tetis, pero como su padre, Aquiles es mortal.

Dos leyendas relatan la causa de esa mortalidad: en la primera, Tetis trata de inmunizar a su hijo sumergiéndolo en el río Estigia; consigue hacerlo invulnerable en todo su cuerpo, exceptuando el talón por donde lo sujetaba, la segunda versión cuenta que Tetis, a escondidas, exponía a su hijo al fuego y luego le curaba las heridas con ambrosia, cuando fue sorprendida por Peleo.

En ambos mitos todo es echado a perder por la intromisión de un mortal incapaz de aceptar algo que le es extraño, incomprensible y hasta criminal. Cuando Aquiles era un muchacho, el adivino Calcas profetizó que la ciudad de Troya nunca podría ser conquistada sin su ayuda.

Su madre, Tetis, sabía que si su hijo iba a Troya, moriría, así que envió a su hijo a la corte de Licomedes, donde permaneció escondido por algún tiempo, disfrazado de mujer; durante este tiempo se enamoró de la hija de Licomedes y tuvo un hijo, Neoptolemo.

Sin embargo, fue descubierto por el astuto Ulises, que se presentó como mercader y exhibió entre las mercancías, una armadura: la única "doncella" que se entusiasmó con las armas fue Aquiles, que decidió partir voluntariamente con Ulises hacia Troya, como jefe de los Mirmidones y acompañado de su amigo Patroclo.

En la guerra se distinguió como un luchador infatigable. El conquistó 23 ciudades en territorio troyano, incluida Lyrnessos, donde obtuvo a Briseida como trofeo de guerra, más tarde, Agamenón, el jefe de todos los griegos, fue forzado por un oráculo a desprenderse de su esclava Criseida, y tomó a Briseida de Aquiles, que se retiró a su tienda enfurecido, jurando no luchar más.

A partir de este momento los troyanos tomaron la ofensiva, y los griegos comenzaron a retroceder hacia el mar, aunque rehusó salir al combate, permitió a su amigo Patroclo salir con sus propias armas. Al día siguiente, el troyano Héctor, mató a Patroclo creyendo que era Aquiles, y le despojó de su armadura. Símbolo de la impetuosidad, acometividad e irreflexibilidad de la juventud, Aquiles se irrita fácilmente: cuando se siente humillado por Agamenón, abandona la lucha, aun sabiendo que su ausencia del campo de batalla acarrearía grandes perdidas a los griegos y sólo regresa al combate para vengar la muerte de Patroclo.

Para los antiguos griegos, la amistad entre hombres era una virtud, encarada como un verdadero ideal, tal admiración por la amistad masculina es explicada por la posición social inferior de la mujer, Aquiles, enfurecido por la muerte de su amigo, obtuvo de su madre una nueva nueva armadura forjada en la fragua de Vulcano, y salió al campo de combate, donde mató a Héctor, arrastrando su cuerpo atado a su carro en torno a los muros de Troya, sin permitir que tuviera los ritos funerales, sólo cuando Príamo, el padre de Héctor y rey de Troya, vino en secreto a entrevistarse con Aquiles, éste le devolvió el cuerpo del héroe.

Continuó luchando, derrotando una y otra vez a los troyanos y a sus aliados, incluida la guerrera amazona Pentesilea, finalmente, Paris, hijo de Príamo, con la ayuda del dios Apolo, hirió a Aquiles con una flecha en su único punto vulnerable, el talón.

Aquiles murió de la herida. Después de su muerte hubo una disputa por su armadura, y se decidió otorgarla al más bravo de los griegos; Ulises y Ayax compitieron en la final, cada uno con un discurso explicando por qué se lo merecían más que nadie, Ulises ganó, y Ayax perdió la razón y se suicidó.

A Aquiles se le han atribuido muchos episodios románticos, entre ellos con Pentesilea, la amazona a la que mató en el campo de batalla, y también se ha dicho que se casó con Medea.

La historia mítica de la Humanidad

jueves, 16 de agosto de 2012

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Si recorremos los mitos que han dejado los diferentes pueblos de la Humanidad sobre los orígenes y evolución del hombre, son verdaderamente sorprendentes las coincidencias con que nos encontramos, incluso en pueblos tan lejanos los unos de los otros como pueden ser Mesopotamia y Sudamérica. En este artículo vamos a señalar las más notables de dichas coincidencias, a fin de intentar reconstruir el lejano pasado de la Humanidad según nos lo describe la Mitología universal.

Puede parecer que tal intento carece de sentido si nos aferramos a la concepción habitual de los últimos siglos de que los mitos no son más que cuentos de pueblos infantiles, o incluso a la noción más reciente de que si tienen un valor, éste es sólo por su contenido psicológico. Sin embargo, hay abundantes ejemplos, como en el caso de las leyendas del Rey Arturo o la guerra de Troya, que aunque la imaginación y el sentido poético las hayan adornado con elementos fantásticos, siguen reflejando de alguna manera una realidad histórica.

Por ello, no será demasiado atrevido si en base, a los mitos más comunes, aquellos casi universales, intentamos completar y aun corregir lo que nos dice la Historia ?científica?. La Mitología puede servir en este caso como un punto de partida para reconstruir una hipótesis de la Prehistoria de la Humanidad, que luego será susceptible de ser comprobada y ampliada por las investigaciones científicas en sus diversas disciplinas.


EL DILUVIO UNIVERSAL

La más notable de dichas coincidencias míticas, que salta a la vista de cualquiera que haga un estudio somero sobre el tema, es la tradición de un diluvio universal. Los occidentales conocemos este mito bajo su forma bíblica en la religión hebrea, que narra cómo Dios, enojado por la maldad de los hombres, decidió enviar un diluvio para destruirles, anunciándolo primero a uno de los pocos hombres buenos que quedaban -Noé- y aconsejándole que construyera una nave a fin de salvarse a sí mismo, a su familia y a una pareja de animales de cada especie, para que después de la catástrofe el mundo pudiera renovarse. Así lo hizo, salvándose de la destrucción mundial, y cuando se apaciguó la tormenta y bajaron las aguas, Noé envió un pájaro a buscar tierra firme. Cuando éste volvió con una rama de olivo en el pico, decidió mandar otro algún tiempo después, el cual no volvió. Buscaron entonces un lugar donde desembarcar, que fue el monte Ararat, lugar sagrado desde entonces como símbolo del renacer del mundo.

Aunque seguramente esta historia es bien conocida por todos, la hemos referido aquí para resaltar algunos de sus detalles, que también se verán reproducidos en los mitos de otros pueblos.

Por ejemplo, en el Perú, encontramos el motivo del aviso o advertencia a un único hombre de la próxima llegada del diluvio. En este caso, sin embargo, la leyenda se presenta bajo una forma más cómica, pues es una llama en vez de dios quien advierte al hombre, negándose a comer, y motivando que el hombre la regañe por tonta, a lo cual el animal le contesta que él es el tonto que no sabe que viene una terrible catástrofe y que si quiere salvarse debe recoger alimentos y refugiarse en lo alto de una montaña. Al llegar a la montaña, encuentra ya instalados allí una gran diversidad de animales y aves. Así se salvaron las distintas especies y un solo hombre, de quien descendieron todos los pueblos de la Tierra.

También entre los esquimales de Alaska la tradición cuenta que sólo unos pocos se salvaron del diluvio, refugiándose en las más altas montañas.

El motivo de los pájaros enviados para buscar tierra firme aparece extrañamente en un mito de los indios algonquinos, aunque en este caso son un pájaro y otros dos animales quienes van en busca de la tierra, volviendo los dos primeros, pero no el último. La repetición de este detalle sugiere que el origen de las dos versiones haya sido idéntico, confirmando la noción de una catástrofe de carácter mundial y que, en efecto, del o de los sobrevivientes descendió la Humanidad actual.

Entre los aztecas había una tradición que afirmaba que sólo un hombre y una mujer se salvaron del gran diluvio con la ayuda de un barco.

Se han destacado a propósito ejemplos del continente americano para subrayar la universalidad de esta leyenda, pues según la Prehistoria actualmente concebida no hay conexión histórica entre los pueblos de Oriente Medio y los de América.

Si embargo, casi todas las culturas, tanto occidentales como orientales, tienen mitos semejantes. Ofreceremos otros dos ejemplos, uno de India y otro de Grecia.

India nos trae el mito de Manú, el primer hombre (¿Humanidad primitiva?) que fue salvado por un pez mágico (símbolo del Dios Vishnu), que le advirtió del diluvio a venir. Le envió un gran barco y le dio orden de cargarlo con dos animales de cada especie viviente y las semillas de cada planta, para luego embarcarse a sí mismo. Recién
cumplida la orden, todo fue sumergido por el océano, y sólo se veía a Vishnu en la forma del pez con un gran cuerno. Manú amarró el barco al cuerno del pez, y así se salvaron él, los animales y las plantas de la destrucción global.

Por otra parte, el mito griego relata cómo Zeus decidió aniquilar a la Humanidad, sumergiéndola bajo las olas de un diluvio. Pero Prometeo advirtió a su hijo Deucalión, que a instancias de su padre construyó un arca. Durante nueve días y nueve noches flotaron sobre las aguas. El décimo día cesó la tormenta y los dos sobrevivientes (Deucalión y su mujer) desembarcaron en la cima del monte Otris (o Parnaso según otra versión).

Siendo el mito del diluvio universal, ¿no implica ello que se refiere a un evento histórico real, que impacto de tal modo en la conciencia de la Humanidad que ha quedado registrado por todas las tradiciones? Si tal es el caso, ¿por qué no ha quedado registrado este hecho en los libros de la Historia, o mejor dicho, de la Prehistoria? La cuestión es precisada por Max Fauconnet. ?¿Quiere decir (esta repetición notable del mito del diluvio universal) que la Humanidad fue una vez reducida a un pequeño grupo de individuos que luego se difundieron por toda la Tierra, llevando consigo sus leyendas, que iban alterando a través de los siglos de acuerdo con nuevos climas y nuevas costumbres?. O, como parece más probable, ¿son todas estas leyendas un relato confuso de grandes eventos en escala planetaria que contemplaron aterrorizados al mismo tiempo hombres esparcidos por todas las partes del globo??. Tal interrogante debe inclinarnos a mirar con ojos menos escépticos la tradición esotérica de la existencia y destrucción del continente conocido como ?Atlántida?.

¿Cuál fue el motivo del diluvio?. En la mayoría de los mitos se atribuye a una creciente maldad de los hombres que provocó la ira de Dios o de los Dioses. Tal es el caso del relato bíblico, el de Egipto (aunque éste no se refiere precisamente a un diluvio, sino a una destrucción de la Humanidad por Sekhmet, la Leona sedienta de sangre, enviada por Ra para vengarse de los hombres), y el de muchos otros, tanto de la tradición europea como de la americana. Otra versión entre los indios tupi de Brasil, afirma que fue causado por una lucha entre magos blancos y negros, lo que coincidiría tanto con la mencionada tradición esotérica como con otros mitos de luchas entre seres fantásticos con armas mágicas. Tal es el caso de la Mitología celta, donde luchan las dos razas de los Tuatha de Danaan y los más antiguos Formorios, ligados a las fuerzas del mal, el Mahabharata, donde hay relatos de guerras con armas ?mágicas? que destruyeron ejércitos enteros con una facilidad terrible, y la rebelión de los Titanes en la mitología griega, que vamos a analizar a continuación.


LA REBELION DE LOS ANCESTROS DE LA HUMANIDAD

El motivo de la rebelión de los ancestros de la Humanidad actual contra los dioses es de una difusión muy generalizada. En la Biblia hebrea aparece en la leyenda de la torre de Babel, torre que los humanos de dicha época intentaron construir para llegar al Cielo y ser como los Dioses. Es interesante señalar que idéntica tradición se halla en Grecia, bajo una forma ligeramente diferente, en donde los Gigantes (ancestros del hombre actual según los antiguos griegos), intentaron llegar al Olimpo amontonando montañas unas sobre otras. Otra versión semejante encontramos, en el libro de Platón titulado El Banquete en el cual Aristófanes narra una historia cómica de unos hombres esféricos (ancestros nuestros), que se volvieron tan orgullosos de su fuerza que los Dioses se decidieron a partirles en dos, dando lugar a los dos sexos actuales, y motivando, según Aristófanes, el amor entre una y otra persona.

Entre paréntesis, cabe destacar otro detalle del mito de la torre de Babel que aparece entre otras culturas muy lejanas. Es el tema de la división y ?confusión? de las lenguas. Aparece el mismo concepto entre los, mayas y aztecas de Centroamérica, donde se dice que después del diluvio la Humanidad perdió el idioma único y universal que tenía, para dar lugar a una multiplicidad de lenguas que ya no se entendían entre sí.


Abundan también los mitos que hablan de una guerra terrible, casi cósmica en sus proporciones, en donde unos Gigantes, Magos o Dioses, según las versiones, luchan por la soberanía del mundo, quedando vencidos algunos que luego son condenados a vivir debajo del mar, o debajo de la tierra (¿sumergidos bajo el diluvio?) Tales son los Titanes de la Mitología griega, derrotados por Zeus y arrojados a los abismos de la tierra, o, entre los pericus de California, los rebeldes exiliados a una caverna subterránea.

Se destaca también, en la misma tipología, el mito de atlas, (¿referencia a la Atlántida?) condenado a soportar el mundo sobre sus hombros, provocando terremotos cada vez que lo mueve de un hombro a otro. Y existe un mito idéntico entre los chibchas de Sudamérica, con el Demonio Chibchacum haciendo el papel de Atlas.

Se destaca también, en relación con estas narraciones, el tema de unos ancestros gigantes de la Humanidad, reflejo de otra de las tradiciones esotéricas. Se encuentran referencias a Gigantes en muchísimas Mitologías, por ejemplo:
Los griegos, como ya se mencionó, creían que los titanes, una raza divina de Gigantes eran los ancestros del hombre.

En la Mitología teutónica, el hombre y la mujer nacieron del sudor del Gigante Ymir. En otra tradición, el padre del primer hombre fue el Dios-Gigante Tuisto.

Los iroquois y hurones conservaban leyendas sobre unos Gigantes de enorme fuerza y poderes mágicos.

Entre los incas, uno de los títulos del Dios-héroe Pachacamac era ?Señor de los Gigantes?, aludiendo sin duda a que les había vencido (como Zeus a los Titanes)

Aquí podemos plantear otro interrogante: habiendo tantas referencias a unos antepasados gigantes, ¿por qué no aparecen mencionados, ni tan siquiera como hipótesis de trabajo, en la Prehistoria ?oficial? ?. ¿Será pura fantasía, o tal vez haya muchas cosas que la ciencia actual aún no haya descubierto?.


Estos mitos primordiales nos han hablado de los eventos relacionados con el hecho fundamental del diluvio universal, suerte de pivote para toda la Historia mítica de la Humanidad. Pero será interesante también ver qué nos dice la Mitología sobre los tiempos anteriores y posteriores al diluvio, para que podamos obtener una imagen completa en el tiempo.


LA EVOLUCION DE LA EPOCA ANTEDILUVIANA A LA EPOCA POST-DILUVIANA


Así, volviendo al más remoto pasado, vamos a ver que los mitos comienzan muchas veces con el tema de una Edad de Oro, cuando los hombres estaban en estrecho contacto con los Dioses. En la Mitología asirio-babilónica, por ejemplo, se cuenta que antes del diluvio fueron los dioses quienes reinaban sobre los hombres desde el cielo. En la Mitología griega se dice que en la época de Cronos, los dioses y los hombres convivían en una armonía que después se perdió, el dolor no existía e incluso la muerte no era como es ahora, motivo de pena, sino como el sueño que se apodera del cuerpo de una manera dulce y suave. En La Biblia tenemos el mito del paraíso del Edén, donde tampoco existía la muerte ni el dolor.

En general, aparece en la Prehistoria mítica el tema de una sucesión de edades o de razas que van evolucionando, o en otros casos degenerando, hasta llegar al actual estado de la Humanidad, tradiciones que, una vez más, reflejan de una manera confusa, la historia esotérica de la Evolución.


Hesíodo, el poeta griego, habla, por ejemplo, de cuatro edades de una decadencia sucesiva -de oro, plata, bronce y hierro-. Los musulmanes tienen una tradición de siete razas que fueron diseñadas por los Angeles, fabricándolas de siete clases de tierra de distintos colores. En la Mitología persa, la primera pareja humana, engendrada de la semilla del primer hombre, dio a luz siete parejas. De una de ellas procedió otra pareja de la cual descendieron las quince razas de la Humanidad. En la Mitología irlandesa (celta) hay una sucesión de cuatro o cinco razas que son destruidas sucesivamente por catástrofes, pestes y guerras. Entre los pueblos de Méjico, existía la tradición de los cuatro soles o cuatro mundos sucesivos, cada uno poblado de una Humanidad de diferentes características que luego fueron destruidas por no mantener la suficiente perfección. Algunas de esas razas fueron convertidas en monos.


Como ya hemos visto, hacia el medio o final de este ciclo, sobreviene, según las tradiciones, una era de crisis, de conflicto y de guerra, sea entre Dioses y Angeles o una rebelión de los hombres o los Gigantes contra el orden celeste. Por otra parte, existen las múltiples tradiciones de un diluvio, o de una catástrofe enviada sobre la Humanidad, como ya hemos analizado en sus detalles.


La última fase de esta evolución, antes de entrar en la época histórica, se caracteriza por la aparición de unos seres heroicos y divinos que ayudan a la Humanidad post-diluviana a reconstruirse un futuro y a sobrevivir y evolucionar sin la presencia de los dioses con los que antes contaba. Estos héroes instruyeron a los hombres en la Agricultura, la Política, las Artes e incluso la Magia. Estas tradiciones de héroes fundadores, divinos ayudantes o Reyes divinos son casi tan universales como las del diluvio.


Es así, que en Egipto tenemos abundantes referencias a esa raza de reyes divinos que instituyeron la Agricultura, la Religión y la Civilización en general, existiendo incluso una referencia al Dios-Rey Osiris, de quien se dice que después de haber civilizado Egipto viajó por todo el mundo difundiendo los principios de la civilización. Existe una figura muy semejante a Osiris en la Mitología persa, llamada Husheng. Tal como Osiris, es el primer Rey, que lleva los dones de la civilización a su pueblo. Luego, como Horus (hijo de Osiris en la Mitología egipcia), venga la muerte de su padre que había sido matado por un Demonio (cual Seth egipcio). Y después marcha para civilizar el mundo entero. Este tema de una misión civilizatoria mundial es muy interesante, pues no resulta probable que apareciera si no estuviese basado en alguna realidad histórica. Además, existe otra versión del otro lado del mundo, entre el pueblo maya de Centroamérica. Allí existe la leyenda del héroe Cukulkán, que vino del oeste con 19 compañeros. Se quedaron durante diez años en Yucatán, plasmando las bases de la civilización maya. Cukulkán consignó sabias leyes y luego partió en un barco, desapareciendo en la dirección del sol naciente..... siris, es el primer Rey, Osiris






En Grecia es el Dios-héroe Prometeo quien, apiadándose de la situación desamparada de los hombres, lleva a cabo la famosa hazaña de robar del Olimpo el fuego celeste para darlo a los hombres, hecho por el cual fue condenado por Zeus al suplicio en el monte Cáucaso, hasta que fue liberado por el héroe humano Herakles.


Este fuego celeste simboliza al mismo tiempo el conocimiento del fuego físico y todo lo que puede aportar a la civilización (posibilidad de forjar herramientas, armas, etc.) y fundamentalmente esa chispa de inteligencia que nos separa de los animales, no sólo aquella que nos hace más astutos, sino fundamentalmente esa otra que nos permite reconocer en nosotros mismos el Alma, la conciencia divina, así como la posibilidad de -algún día- convertirnos en Dioses. Es por esa razón que, tal como Jehovah castiga a la serpiente (viejo símbolo de la Sabiduría y de la conciencia despierta) por haber incitado al hombre a comer del árbol del conocimiento, Zeus castiga a Prometeo por haber otorgado al hombre ese don prohibido.


En este mito tan importante encontramos uno de los aspectos más valiosos que posee el mito en general, y es su capacidad de aportar conocimientos sobre la evolución de la conciencia de la Humanidad. No nos dice todo, pero incita al que anhela saber a investigar más profundamente.


Por la misma importancia de este mito del fuego, es que lo encontramos también en India, donde es Matarisvan quien tomó el rayo del cielo y entregó a los mortales el secreto del elemento ígneo. Asimismo, entre los mayas, ese fuego les fue otorgado por el Dios-héroe Tohil, quien se lo dio durante su estancia en Tullan, adonde habían viajado para aprender sobre los Misterios divinos. Fue después de recibir el fuego, aparentemente, que se dividió la lengua para hacerse múltiple, así que ?los ancestros ya no se entendieron...?


Siguiendo con ejemplos de los héroes civilizatorios y Reyes divinos, los chinos afirman que en los primeros tiempos la gente vivía en cuevas (¿alusión a la edad de piedra?), pero después los ?Emperadores Celestes? llegaron para enseñarles a fabricar herramientas y construir casas.


En Australia fue un Espíritu femenino llamado Serpiente del Arco Iris quien enseñó a sus hijos -los humanos- a hablar y a entender, a buscar entre alimentos y escoger los que había que comer. Entre los pueblos de las selvas de Amazonia (los yanomamo sanema) fue otra serpiente -la Anaconda Cósmica- quien enseñó al pueblo a sembrar cultivos. Nótese una vez más las referencias a la figura de la serpiente. Recordemos también que en la India había unos seres llamados los ?Reyes Naga?, o sea los Reyes-serpiente, célebres por su sabiduría, que vivían en cavernas subterráneas y eran capaces de otorgar grandes conocimientos a los hombres que los merecieran.


En América, la figura del héroe divino que trae la civilización aparece en casi todos los pueblos. Se puede mencionar entre ellos a los chibchas de Colombia, que atribuyen a Bochica, dios solar, la creación de la civilización y de todas las artes. A los incas, que dicen lo mismo de Pachacamac, que renovó el mundo transformando a los hombres creados por Viracocha (el Dios creador) y enseñándoles las distintas artes y ocupaciones. También solar, se le conocía como ?Hijo del Sol? y, como ya se comentó, ?Señor de los Gigantes?.


Después de esos impulsos originales, las distintas culturas se desarrollaron y florecieron dando lugar a las civilizaciones y culturas históricas que más ó menos conocemos. Así, la época mítica que dio paso a la histórica, o sea, ?lo que no se sumerge en el pasado remoto y por ello se recuerda más claramente?, como podríamos definirla, mientras que el mito se refiere a las épocas que se pierden en el tiempo y por ello los hechos tienden a mezclarse y deformarse. De esta manera, el concepto de mito se ha teñido, en nuestra época, tan obsesionada por hechos fácticos, de mentira y falsedad. Pero no es así. El mito, por lo menos en una de sus múltiples claves, siempre se refiere de alguna manera a hechos históricos, además de los fenómenos psicológicos y espirituales.


Resumiendo el esquema que nos aporta el estudio de la Mitología Universal, podemos analizarlo en las siguientes fases:

1) Edad de Oro, o época en que la Humanidad convivía con los dioses y no existía el dolor.

2) Etapas intermedias de evolución/decadencia, destacando la probabilidad de existir en esta fase una Humanidad de tamaño gigantesco, de la cual desciende la actual. Esta fase culmina en:

3) El diluvio, que aniquila a la mayor parte de la Humanidad. Pérdida del idioma universal y confusión de lenguas.

4) El reinicio de la Civilización a impulsos de unos seres divinos/heroicos que enseñan a los hombres los conocimientos tanto materiales como metafísicos para poder seguir evolucionando.

5) La época histórica de las culturas y civilizaciones conocidas.



¿LOS MITOS NOS DICEN ALGO SOBRE EL FUTURO?


Al llegar a este punto, sería interesante averiguar si los mitos nos dijeron algo sobre el presente y, más aún, sobre el futuro. La verdad es que nos dicen menos que sobre el pasado, como es de esperar, pero no dejan de sugerir algunas cosas muy interesantes.

Los persas, por ejemplo, decían que ?al agotarse el tiempo, y al acercarse el fin del mundo, la tierra se haría más plana, la gente sería más semejante entre sí y, efectivamente, mejor. Los antiguos héroes, volviendo otra vez a la vida, se esforzarían para el bien común. Muchos ayudantes futuros, muchos Salvadores, los Saoshyants, suprimirían la maldad. El Salvador final sería -según una versión- una reencarnación del primer hombre?.

Muchas otras leyendas narran hechos semejantes, como por ejemplo las del rey Arturo, el Soberano durmiente que se despertará con sus caballeros y volverá a arrasar la maldad del mundo y restablecer la justicia. Señalan una ciclicidad en el devenir histórico, que no sólo trata de la alza y baja de civilizaciones como de una marea sin fin, sino, a mayor escala, de un retorno al principio de las cosas, una vuelta cíclica en el tiempo para que vuelvan a aparecer los héroes, los reyes magos y divinos, y por fin volverá a existir ese tipo de fraternidad entre los hombres y esa convivencia con los dioses que caracterizaba a la añorada Edad de Oro.


Así, los mitos nos dicen algo muy importante sobre el futuro, y es que aunque el mundo actual sea una ?Edad de hierro?, podemos anticipar una re-evolución de la conciencia humana que nos llevará inexorablemente a otra edad de los héroes, y por fin al restablecimiento de la edad de Oro. Tener esa visión es como tener un arma mágica que nos anima a trabajar por ese futuro con paciencia y entusiasmo.

Sobre los Mitos

martes, 7 de agosto de 2012

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Se hace necesario precisar lo que entendemos por la palabra mito, pues la utilizamos de manera equívoca: como palabra con contenido que remite a una determinada realidad, aunque no sea la cotidiana, sino engrandecida por lo simbólico, y como todo lo contrario, un mito es una mentira, algo que no significa nada, un engaño, una falsa creencia. Sin olvidar el antiguo enfrentamiento u oposición entre el mithos y el logos, lo cual apunta a una diferencia de matiz entre dos formas de conocimiento

La inocencia del alma no se pierde nunca.

lunes, 5 de diciembre de 2011

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Gente de todas las partes y de todos los tiempos han escuchado y seguirán escuchando con una diáfana ingenuidad, los relatos, las tradiciones, las leyendas y las antiguas crónicas; unas que apenas soslayaron ojos ávidos y torpes en antiguos códices ideográficos, esotéricos y misteriosos, otras que aún yacen olvidados en polvosos y húmedos archivos, entre pergaminos carcomidos, en escritura de tinta desleída y caracteres dibujados por acuciosos monjes y "lenguas" que llegaron al conocimiento de los dos idiomas que en su tiempo prevalecieron en lo que hoy es América.

Y aún nos queda la herencia que hoy tratamos de registrar y rescatar, que es el relato de los viejos, las tradiciones y mitos orales que se han venido repitiendo de generación en generación en un legado cultural que de ningún modo debemos esquivar y desaprovechar:

Y así, tradiciones, leyendas y mitos, una mitología asombrosa de hechos increíbles en los que se mezclaban hombres y dioses, estrellas y animales, elementos y movimientos telúricos, con el devenir de los antiguos pobladores del Anáhuac, se han ido eslabonando estas hermosas cuentas de abalorio, esta encajería de una urdimbre que aún nos deleita y nos asombra y nos pone a pensar si en verdad han ocurrido tantos hechos, unos sombríos y sobrenaturales otros, y el motivo por el cual ya no ocurren.

La llorona La mujer Xtabay Quetzalcoatl
La casa del trueno La leyenda de los volcanes La Atlántida
La leyenda del maíz Leyenda de los Temblores La Vainilla
Los primeros dioses El pájaro dziú El Mayab
La boda de la xdzunuúm El chom El cocay
La piel del venado El Haninco Guanina y Sotomayor
Los Aluxe Cuando el tunkuluchú canta La leyenda del Sol y la Luna
Los xocoyoles La piedra de Juluapan

Una a una les ire contando en siguientes entradas.

Sacar de su Dominio Platónico al Perro Tricípite

miércoles, 21 de septiembre de 2011

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El Duodécimo Trabajo de Hércules, el Héroe Solar, ordenado por su hermano Euristeo, rey de Micenas, consistió en SACAR DE SU DOMINIO PLUTONICO AL PERRO TRICIPTE QUE LO GUARDABA. Este último, además de sus tres cabezas caninas, se dice que poseía cola de dragón o serpiente y en su lomo, múltiples cabezas de serpiente.

Al inicio de este viaje se dirige primero a Eleusis, donde se purifica de la matanza de los Centauros por Eumolpo y posteriormente es admitido en los Misterios del Templo.

Buscando la abertura del Tenaro, para descender a los Infiernos, se dirige hacia el sur, hacia el Peloponeso. Durante todo el viaje le acompañan Hermes y Minerva.

Por fin, después de algunas peripecias llega ante Plutón, a quien le solicita autorización para llevarse a CANCERBERO. Plutón accede, a condición de que se le lleve sin hacer uso de arma alguna. Así lo hace Hércules reguardado de su coraza y por la piel de un León. Lo agarra por la cola y, a pesar que la serpiente lo muerde el sigue firme hasta dominar el Perro Tricípte, quien accede a seguirlo. Finalmente cuando lo muestra a Euristeo, éste le deja libre para volver al Infernus a guardar su puerta.

DEVELACION DEL MITO

A la luz del Gnosticismo Universal, dejemos que sea el V.M. Samael el que nos guie por este intrincado laberinto del simbolismo; al respecto nos dice el sabio Maestro en su libro «Las 3 Montañas»:

El Decimosegundo Trabajo de Hércules, el Héroe Solar, fue ciertamente impuesto por su Hermano, es decir, por su resplandeciente «Prototipo Divinal», en el Sagrado Sol Absoluto...

...Incuestionablemente nuestro resplandeciente Sistema Solar de ORS tiene 12 Planetas y esto viene a recordarnos a los 12 Salvadores...

Resulta palmario y evidente que el trabajo final de Hércules ha de realizarse siempre en el Decimosegundo Planeta de la Familia solar...

...Igualmente, sólo con Escorpio, cuya constelación es la más apropiada para figurarlo, podemos y debemos relacionar la última de sus hazañas zodiacales, que consistente en sacar al Perro Tricípite del celoso mundo subterráneo, del reino de las sombras donde la Verdad se disfraza de Tinieblas...

Naturalmente sólo puede cumplir esta tarea con el consentimiento del mismo Hades o Plutón, y con la ayuda de Hermes y Minerva a la vez... (Sexo‑Yoga y Sabiduría).

En efecto, este último trabajo se inicia con el descenso al Tártarus en aquel Planeta 12 de nuestro Sistema Solar..., allí vienen pruebas terribles como las que menciona el Maestro de las 3 féminas deliciosas, peligrosamente bellas, que apelarán a todos sus encantos irresistibles...Diablesas provocativas que lucharán hasta lo imposible, para hacer caer al Iniciado, allí hay que saber dominarse a mí mismo...

El propio signo zodiacal de Escorpio desatará, en los órganos creadores, todos sus ardores pasionales. Empero el iniciado debe permanecer victorioso, incólume en todas esas batallas contra sí mismo.

Debe aprender a manejar a ese Perro-Guía (el Instinto Sexual), en mente, corazón y sexo (por eso tienen 3 cabezas). «El Perro jala la traílla de su amo, llevándole por el escarpado sendero hasta la meta; posteriormente el Can debe descansar; entonces viene la «Gran Renunciación». En armoniosa concordancia rítmica con este evento Cósmico‑Sexual, deviene ineludible el supremo desprendimiento de todas las cosas materiales, y la eliminación radical del deseo de existir...

Adueñarse completamente del Perro Tricípite sin arma alguna, significa de hecho, control absoluto sobre el sexo...

Cuando yo me hice dueño de tal Can, ascendí victorioso desde el fondo del negro y horroroso precipicio...Entonces encarnó en mi el Ser de mi Ser; eso que está más allá de «BRAHAMA, VISHNU y SHIVA»... Aquel Divino Prototipo Solar Absoluto...Cuando este hecho Místico acaeció, entre dichoso en un pequeño Sanctuario del Sagrado Sol Absoluto... Desde ese instante extraordinario pude alimentarme con los Frutos del «Árbol de la Vida», más allá del bien y del mal...Había regresado al punto de partida original; incuestionablemente había vuelto a mi Monada»..., dice el Venerable Maestro Samael.

Así pues, el 12º Trabajo de Hércules finaliza con el regreso al punto de partida Original: La Mónada Divina.

En La Gran Obra Solar, así como el Sol se mueve por el Zodiaco y en la propia Naturaleza va realizando cambios y trabajos: en Aries, la Primavera; en Tauro y Géminis la fecundidad y la diversificación..., el verano, el otoño, el invierno, con todo lo que ello implica, igualmente, desde el punto de vista alquímico la Materia Prima ha de pasar por diversas etapas, llamadas por ellos (por los alquimistas), «Peldaños», 12 en total, en representación de esas fuerzas zodiacales.

Entonces, para el Alquimista, la Gran Obra Solar no consiste sólo en desarrollar la Piedra Filosofal (el Cristo revestido con sus Cuerpos de Oro puro), sino hacer frucificar todas las infinitas posibilidades de desarrollo de su propio Ser Divinal y poder alimentarse de los 12 Frutos del Árbol de la Vida, de sus 12 Salvadores y cada uno de ellos debe ayudarle a realizar esta Gran Obra Zodiacal, Cómica, Solar y Humana a la vez, eliminando los Yoes que tornan negativas las Fuerzas Zodiacales y a polarizarse y potenciar esa misma fuerza en su aspecto positivo: En el caso que nos ocupa, y como ya señaló el Maestro: «Adueñarse completamente del perro Tricípite sin arma alguna, significa de hecho, control absoluto sobre el Sexo»...

Apropiarse de las Manzanas de las Hespérides

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Hércules, el héroe solar, representación clara del real ser del hombre, del hombre común que ha logrado alcanzar estas alturas del SER, debía apropiarse de las manzanas de las Hespérides que crecían en el huerto de Hera o Juno entre los Romanos, la Diosa quien en armonía perfecta con el simbolismo espiritual de la mitología clásica, fungía también como la Diosa y la patrona del Matrimonio. Enemiga de Hércules, Hera le tendía trampas a cada paso del héroe solar, representación de las fuerzas de la naturaleza que se deben superar en el día a día en el trabajo en la novena esfera dentro del matrimonio mismo , dentro del mismo oficio de la sacerdotisa de Hera, de Juno.

Las Hespérides, hermosas ninfas encargadas de cuidar el jardín de los manzanos prohibidos, de los frutos del árbol del bien y del mal, de la sexualidad cuna de Dioses y bestias, junto con el dragón de cien cabezas, Ladón, el gran tentador, la misma serpiente del Edén que indujera a Eva a morder del fruto prohibido.

La hazaña del hombre solar debía comenzar aquí y ahora, en el presente vital del iniciado, en los trajines de la vida cotidiana, en el desenvolvimiento diario en el mundo, que debe forzosamente descender a sus propios infiernos psicológicos para encontrar el camino y apropiarse de los frutos del árbol del bien y del mal.

Y es que Hércules desconocía la senda, para lo cual tuvo que apretar fuertemente entre sus brazos a Nereo, el viejo del mar para forzarle la respuesta. La iniciación es la vida misma, la iniciación se gesta en la cotidianeidad, al maestro interior debemos apretarle con constancia para que nos devele los secretos y peligros del camino, no hay lugar para tibios, ni fríos ni calientes. Así, bajo la dirección de Nereo, el héroe desciende a los mundos infiernos, a la ciudad perdida de Dite, representación clara y exclusiva de nuestros propios infiernos atómicos, psicológicos, de nuestra psicología más profunda y bestial, ahí donde habita el asesino, donde habita el ladrón, donde mora aún vestido de virtud el desenfreno sexual, el adulterio, el incesto, los horrores más perversos de la humanidad en su equivalente preciso en la propia psique de Hércules, en la psicología del adepto en su presente más mundanal.

Hubo entonces que librar la batalla contra Anteo, el gigante, hijo de Egea, la tierra; el ego, hijo de la existencia atada al valle de sufrimientos del Samsara, nuestro “yo mismo” , el gigante temible de todas nuestras perversidades manifiestas y exquisitamente ocultas, el engendro de las falsas virtudes y de las abominaciones. Terrible e invencible cuando estaba fijo al suelo, es decir, a la fascinación con el mundo con la creencia en existencia propia, inherente entre los budistas. Sabida su fortaleza Hércules decide eliminarlo apartándolo de la tierra – de la fascinación – para lo cual se colgó de un árbol, clara alusión a la fuerza sexual, logrando vencer al gigante dentro de sus propios infiernos psicológicos, aquí y ahora, en este preciso momento, inmersos en la actividad más simple y rutinaria de la vida en plena atención y contemplación.

El camino condujo luego de grandes luchas contra los demonios terribles del Hades, contra nuestro propio ego, hasta la libración del Prometeo Encadenado, del portador de la luz en el interior, quien robara el fuego a los Dioses. Hubo que eliminar al águila que devoraba incesante las vísceras de Prometeo, personificación de las pasiones animales que se roban constantemente el fuego solar.

Llegando al jardín de las delicias –la sexualidad trascendente – el héroe se percata que no puede por sí mismo apoderarse de las manzanas del fruto del árbol de la ciencia. Recurre entonces a Altas que sostiene al mundo en sus hombros, la energía sexual en su forma prístina, y engañándole con cargar el mundo de la fascinación y de la fornicación sobre sus espaldas –mediante el control y transmutación del impulso sexual refrenado en el arcano – logra apoderarse de los sagrados frutos, evitando el derrame innecesario, la sexualidad pasional que esclaviza por la eternidad a cargar con la ilusión del mundo en el valle del Samsara, a no convertirse en el Atlas pasionario que vive en el ciclo interminable de nacimientos y muertes condicionado por la fascinación.

Concluye el decimoprimero trabajo de Hércules con la cristalización en carne propia de las tres fuerzas primarias del universo, con la expresión del anciano de los días en el héroe solar, habiendo sido su punto de partida los azares de la vida cotidiana de un hombre común, entablando batalla en todos y cada uno de los detalles de la existencia material y mundana, inclusive los que parecieron los más insignificantes y superfluos.

La iniciación es la vida misma, el valor y significado profundo de los trabajos de Hércules, de los simbolismos profundos expresados en la mitología y narrados por el VM Samael en sus experiencias suprasensibles, debemos de concordarlos, corresponderlos y vivirlos dentro de nuestras propias existencias, en todos los instantes de nuestros momentos vitales, mientras trabajamos, cuando nos conducimos al trabajo mismo, en nuestras relaciones personales y familiares, en cada minúsculo detalle vital. Como es arriba es abajo, como es afuera es adentro, quien quiera la iniciación que la escriba en una vara.

Conquista del Rebaño de Gerión

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La décima hazaña de Hércules fue la conquista del ganado de Gerión. Matando a su poseedor, quien se le enfrentó después de sus guardianes, los perros Ortros y Euritión.

Gerión era un monstruo gigante formado por tres cuerpos humanos unidos por la cintura y con alas, hijo de Crisaor y Calírroe. También era conocido como Gritón. Como tenía seis brazos, era invencible, pues podía pelear con tres espadas y tres dagas al mismo tiempo, además de que poseía la sabiduría de tres cabezas. Era dueño de dos perros: el primero se llamaba Ortros y tenía dos cabezas y el segundo Euritión que era un pastor. Ambos resguardaban un enorme ganado, formado por vacas rojas y bueyes.

El insólito suceso tuvo por escenario la Isla Eriteia (La Roja, como una de las Hespérides), una isla del Océano Atlántico habitada por seres gigantescos. Para poder llegar a este lugar, Hércules tuvo que atravesar el desierto Libio y, abrirse paso del mar Mediterráneo al Océano Atlántico, y como hacía mucho calor, lanzó una flecha a Helios, el Sol, quien le concedió la copa dorada que usaba para atravesar el desierto de oeste a este sin problemas.

Hércules pudo robar el rebaño a pesar de la amenaza de los perros, que fueron muertos, por lo que Gerión marchó en busca de venganza. Sin embargo Hércules le esperaba preparado y le disparó una flecha envenenada con la sangre de la Hidra, que atravesó sus tres cuerpos. Cuenta la leyenda que, al caer al suelo, se convirtió en dragón.

La mitología compara al perro bicípite Otros, hermano de Cerbero, con Vritra, el genio védico de la tempestad. Según los textos del Rig Veda y de los Puranas, Vritra era un dragón que fue vencido por el Dios principal de la India: Indra.

Cuenta la leyenda que después, de vencer a Gerión, el héroe solar levantó las columnas Calpe y Abyla (Jakin y Boaz de la masonería oculta) sobre el Estrecho de Gibraltar; Las dos columnas que separan África de Europa, en el peñón. Probablemente en agradecimiento a los Dióscuros, quienes lo hicieron salir victorioso.

Hércules fue quien separó las dos rocas que unían África de Europa para navegar sobre el Océano Atlántico y llegar a la tierra de los Geriones.

Este décimo trabajo de Hércules representa la gran hazaña que debe realizarse en el interior de cada individuo. Primeramente cruzar el Océano con la copa de Oro de Helios, durante la oscuridad, es decir, utilizar sabiamente la energía creadora, sublimándola, en medio de las tinieblas de la inconsciencia y abriéndose paso entre las dos columnas, que son los dos canales que atraviesan la médula espinal desde el cóccix hasta el cerebro.

El rebaño de Gerión, que ha de ser robado, representa los apegos o lazos karmáticos que existen entre el individuo y aquellas damas con quienes ha tenido relación. Los perros Ortros y Euritión indican la pasión animal, que crece y se torna bestial al dejarse vencer por todo tipo de tentaciones y que es confundida con el amor verdadero.

Tal pasión animal puede ser vencida con Thelema, voluntad, para posteriormente subyugar al mismo tricípite Gerión, símbolo del señor del tiempo. De este modo es posible apoderarse del rebaño y hacerse pastor auténtico, no de vacas, sino de ovejas.

El capítulo diez, de Juan en la Biblia, dice: “De cierto, de cierto os digo: el que no entra por la puerta (las dos columnas de Hércules, de la energía creadora) en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte (siguiendo doctrinas que no tienen que ver con la sublimación de la energía), el tal es ladrón y robador”. “Más el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es”. “A este abre el portero y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre y las saca”. “Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz”. “Más al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños”.

“Volvióles, pues, Jesús a decir: de cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas”.

El pastor de ovejas, es quien, con el poder del verbo, puede guiar a las personas por el sendero del despertar de la conciencia, conducir a las almas por el camino recto. Los seguidores deben cuidarse de falsos profetas, quienes son la voz de los extraños.

En el canto de Homero a Démeter, encontrado en una biblioteca Rusa, todo giraba alrededor de un hecho fisiológico cósmico de gran trascendencia: “Yo soy el buen pastor: El buen pastor su vida da por las ovejas. Más el asalariado (el esoterista que no se ha autor realizado) y de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene y deja las ovejas y huye, y el lobo las arrebata, y esparce las ovejas”. También tengo otras ovejas que no son de este redil (que están metidas en otras escuelas), aquellas también me conviene traer y oirán mi voz y habrá un rebaño y un pastor”.

La décima hazaña Hercúlea instruye a los pueblos, nos indica cómo realizar el misterio hiperbóreo, el misterio del grial. Es necesario “pasar el mar rojo”, atravesar el océano tempestuoso de la vida, pasar a la otra orilla en la copa de oro que Helios, el Padre absoluto nos presta, para posteriormente levantar columnas.

Levantar columnas es reconciliación con lo divinal, el regreso del alma divina con el alma humana del individuo.

Esto lo sabe todo discípulo, que toda exaltación va precedida siempre por una humillación. Claramente que a toda subida le antecede una bajada. Esta hazaña de Hércules se realiza trabajando con las pasiones inferiores para lograr triunfos espirituales.

Los griegos instruidos por los Hierofantes Egipcios representaban así también la PIEDRA FILOSOFAL, con uno o varios TOROS, como se ve también en la fábula del MINOTAURO CRETENSE. Igual significación Alquímica tuvieron los TOROS que HÉRCULES robó a Gerión el mismo simbolismo lo encontramos en la leyenda de los SAGRADOS BUEYES del SOL que pacían tranquilos en la ISLA de SICILIA y que fueron robados por Mercurio.

Samael Aun Weor. Tratado Esotérico de Astrología Hermética

Conquista del Cinto de Hipólita

domingo, 10 de abril de 2011

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Hipólita, fue una reina Amazona a quien su Padre, Ares, Dios de la guerra le había regalado un cinturón mágico. Hércules recibió la orden de obtener dicho cinturón de Admete, hija de Euristeo rey de Argos.

Hércules viajó con sus compañeros hacia Escitia, un lugar muy próximo al mar negro, desembarcando en el puerto de Temiscira. La reina Hipólita fue a recibirlos y se sintió atraída por Hércules.

La estrategia de Hércules consistió en ganarse el aprecio de las amazonas en lugar de luchar contra ellas, de este modo logra que Hipólita le regale el cinturón como símbolo de amor. Sin embargo, Hera, disfrazada de amazona, difunde el rumor de que Hércules y sus compañeros planeaban robar a la misma reina. Las amazonas, encolerizadas, atacaron la nave de los griegos, después de una gran lucha, muere Hipólita, junto con las jefas amazonas.
Hipólita es el símbolo del aspecto psíquico femenino de nuestra propia naturaleza interior. Antes de conseguir el cinturón, Hércules vence a los hijos de Minos, (magos negros) y a los enemigos del rey Licos (de licantropía), lo cual muestra la lucha ante los señores del Karma, con quienes debemos arreglar nuestros negocios.

Las amazonas eran terribles mujeres tentadoras. Aún cuando Hipólita consintió entregar pacíficamente el cinturón a Hipólita, es inútilmente sacrificada por la brutalidad masculina, que pretende apoderarse violentamente de su innata virtud.
El cinturón de Hipólita, como emblema de la feminidad y representación de Venus, el planeta del amor, pierde todo su poder y significado al ser separado de su legítima poseedora. El amor y no la violencia hace, por lo tanto su conquista realmente significativa y valedera.

El gran Neptuno, Dios de las aguas se casó con Clito o Clitoé, la única hija de Evenor y Leucipe, descendientes Atlantes. Clitoé, quien es la misma Minerva-Neith, edificó la ciudad de Atenas y Sais en el famoso Delta del Nilo. Posteriormente los atlantes edificaron en ese lugar un templo dedicado a Neptuno y Clitoé.
En dicho santuario fueron depositados los cadáveres de los diez hijos de Neptuno, lo cual representa el sagrado diezmo de Abraham.
Según el Génesis (Cap. 14): “Salió el Rey de Sodoma a recibirlo (a Abraham)… Entonces Melchizedeck, rey de Salem – el cual era sacerdote del Dios alto – sacó pan y vino, y bendíjole y dijo: Bendito se Abraham, del Dios alto, poseedor de los cielos y de la Tierra; y bendito sea el Dios alto, que entregó tus enemigos en tu mano. Y dióle Abraham los Diezmos de todo”.

En el aspecto exotérico o público, el diezmo representa en la legislación judía, el deber universal de todos los hermanos de la senda de contribuir fielmente con una parte de sus ingresos – que no debe ser inferior al diezmo- en aquella forma libremente elegida que juzguen más oportuna y eficaz, para sostener la causa de la verdad y de la justicia.
Esotéricamente el Diezmo simboliza la balanza de pagos de la esfera de Neptuno, es decir, pagar con buenas obras las deudas kármicas que tenemos pendientes ante los enemigos del Rey Licos, los señores de la justicia Divina.

El Diezmo es el complemento práctico y necesario del principio dinámico, que emana del estudio profundo del décimo mandamiento.
Al respecto mateo menciona (Cap. VI, 20): “Más haceos tesoros en el cielo… porque donde estuviere tu tesoro, allí estará vuestro corazón”…

El capítulo III de Malaquías dice. “Traed todos los diezmos al Alfolí, y haya alimento en mi casa y probadme ahora en esto, si no os abriré las ventanas del cielo, y vaciaré sobre vosotros bendiciones hasta que sobreabunde”.
Así, antes de conseguir el cinto de Hipólita, es necesario vencer el aspecto tenebroso de la existencia, al Satán que tiene el don de la ubicuidad y que vive dentro de ti mismo, por allá y acullá.

“Conquista del cinto de Hipólita, reina de las amazonas, alusión al aspecto psíquico femenino de nuestra propia naturaleza inferior”.